Antes de que el último humano, el nieto infértil de la totalidad de la humanidad junto a la madre sin hijos del resto de la eternidad desaparecieran para siempre, dejaron encendida la obra final.
El bosque constaba de todo el sistema solar unido por el movimiento de la nueva vida artificial. Los nuevos metales de esta última edad se atraían y repelían con incansable fuerza provocada por la nueva electricidad cósmica. Que fueran duraderos o no no importaba, el Último Software Quántico tenía todo en cuenta y así nunca le faltaba nada. La última gran obra cada vez era mayor, cada vez más infinita.
Tras la muerte de ellos dos, el universo cobijó el movimiento por ellos creado, y este continuó su incesante movimiento por los tiempos de los tiempos alcanzando poco a poco el tamaño colosal del mismo abismal cosmos. La obra, el cosmos, todo uno y uno todo, fue creada por los últimos y en ella estamos los primeros, habitando el bosque de infinito movimiento desde el primer momento: el bosque eterno.
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