EL ARTE DE DESAMAR (RAFAEL LECHOWSKI)
ACTO I
INTRODUCCIÓN
Es la historia de un héroe profundo
(de esos héroes sin capa ni espada)
que cargó la gárgola de la nada
y a hombros del alma las penas del mundo.
Reflejó el oscuro del Ser inmundo
en su propia figura despechada.
Quiero narrar esta historia olvidada,
ahora que casi un pie en la tumba hundo.
Jamás me conoció, ni yo a él tampoco,
no es su nombre más lo llamó Quarciso,
mezcla del monstruo de Hugo y de Narciso,
aunque los demás lo tomen por loco,
por adentrarse en la sombra, sin foco,
pues su iluminación fue sólo un viso.
LA TRAICIÓN
Y todo dio comienzo aquel invierno:
yo todavía no había nacido
cuando Quarciso había comprendido
que para el justo también hay un infierno.
Él, que creyó en el amor eterno,
ahora, en la ruina de lo construido,
se ahogaba en sollozo enloquecido,
causa del despecho y el puñal fraterno.
Jamás oí bramar con tanto dolor
(parecía un can gimiendo a la luna),
quedó su llanto por siempre grabado:
sus celos, su locura, su ira y su horror,
la confesión de un ser sin más fortuna
que la barbaridad de huir de lo amado.
Es la historia de un héroe profundo
(de esos héroes sin capa ni espada)
que cargó la gárgola de la nada
y a hombros del alma las penas del mundo.
Reflejó el oscuro del Ser inmundo
en su propia figura despechada.
Quiero narrar esta historia olvidada,
ahora que casi un pie en la tumba hundo.
Jamás me conoció, ni yo a él tampoco,
no es su nombre más lo llamó Quarciso,
mezcla del monstruo de Hugo y de Narciso,
aunque los demás lo tomen por loco,
por adentrarse en la sombra, sin foco,
pues su iluminación fue sólo un viso.
LA TRAICIÓN
Y todo dio comienzo aquel invierno:
yo todavía no había nacido
cuando Quarciso había comprendido
que para el justo también hay un infierno.
Él, que creyó en el amor eterno,
ahora, en la ruina de lo construido,
se ahogaba en sollozo enloquecido,
causa del despecho y el puñal fraterno.
Jamás oí bramar con tanto dolor
(parecía un can gimiendo a la luna),
quedó su llanto por siempre grabado:
sus celos, su locura, su ira y su horror,
la confesión de un ser sin más fortuna
que la barbaridad de huir de lo amado.
ACTO PRIMERO
En mitad de la noche, en una pequeña buhardilla lúgubre, Quarciso,
sentado en el borde su cama deshecha, exhausto por el horror y el
llanto, llama por teléfono a su amigo.
¿Puedes oírme, amigo?
¿Estás ahí?
Intentó localizarte y no lo consigo,
en estos meses te he sentido esquivo;
tras este mensaje habrá cambiado mi destino.
Te llamo desde la desesperación,
hundido en la demencia,
ciego molino de agonía
en un violento giro,
destruido, destructivo, roído por la obsesión.
En mitad de la noche, en una pequeña buhardilla lúgubre, Quarciso,
sentado en el borde su cama deshecha, exhausto por el horror y el
llanto, llama por teléfono a su amigo.
¿Puedes oírme, amigo?
¿Estás ahí?
Intentó localizarte y no lo consigo,
en estos meses te he sentido esquivo;
tras este mensaje habrá cambiado mi destino.
Te llamo desde la desesperación,
hundido en la demencia,
ciego molino de agonía
en un violento giro,
destruido, destructivo, roído por la obsesión.
Es mi cuarto día sin
dormir,
no por la conmoción,
sino por miedo a que la realidad
-a la que en vela engaño-
me asalte de nuevo en medio de un sueño
y me arroje al horror de vivir.
¡Dios mío, hermano, la he perdido!
Nos hemos roto y ya no encajan nuestras piezas,
somos dos trozos de distintos rompecabezas,
y ni siquiera sé cómo ha ocurrido.
Hace tiempo la sentía extraña
y una mañana la encontré sentada,
¡pobre, qué pálida estaba!
Pregunté qué pasaba y respondió: «Nada»,
mirándome a los ojos con compasión despiadada.
-Eres un gran hombre, mi amor -dijo-, todo irá bien.
Con la sonrisa más triste que jamás vi en alguien.
-Pero ¡¿qué sucede?! -alcé mi voz asustada.
-No es por ti -balbuceó sin izar la mirada.
Una honda vaciedad me invade desde hace tiempo
-dijo de pronto- y no has sabido detectarla,
pero cuando alguien se desvive tan fuerte por otro,
como yo por ti -añadió segura y calma-,
pueden morir en él su propia identidad,
su voluntad, su esencia, su alma;
por eso es preciso que ahora te alejes, vida mía,
para que yo pueda recuperarlas.
Esas palabras sordas y esa piedad fatal
me bastaron para entender que ese era nuestro final.
Hace ya un mes que me fui,
todo lo dejé allí
salvo la esperanza de que vuelva a mí.
Te busqué para contártelo, amigo:
he vuelto con mi anciana madre,
que aún no sabe la verdad de lo ocurrido;
me avergüenza tanto mi miseria...:
guardo en silencio mi castigo.
¡Ah, pero el tiempo pesa despacio!
Ella me jura que no hay nadie más,
que sólo necesita algo de tiempo y espacio,
pero sospecho que en su pecho esconde otra verdad.
Aún así nos seguíamos viendo,
paseábamos, reíamos, sentí que me amaba de nuevo;
de pronto respirar pesaba menos,
y regresaban mi hambre y mi ilusión por seguir viviendo.
Y le suplicaba que volviéramos,
pues hasta hace poco
decía amarme como a su vida.
-Aún puedo hacerte feliz -le decía.
Entonces se volvía seria, indiferente, esquiva.
Ella acudía siempre luminosa a cada cita;
yo, harapiento, a rastras de mí para salvarme en ella;
en mis ojos tristes la alegría de poder verla,
en los suyos de nuevo esa compasión maldita.
Pero sólo venía si yo rogaba, jamás me buscaba,
hace una semana que no responde a mi llamada,
desde entonces no hay luz en su ventana
(a veces se prende en la madrugada).
He irrumpido en el hogar mientras no estaba, ¡mi hogar!
Lo he revuelto todo, he registrado cada lugar
buscando y deseando no encontrar
la huella de traición sospechada.
Y cuando vuelve me pregunta qué hago allí,
¡como si esa nunca hubiese sido mi morada!
La miro a los ojos y le digo que la amo
y es como un insulto que esculpe el desprecio en su mirada
¡El silencio se hace grito y desagraviamos en sexo violento
y ahí quisiera estrangularla y eyacular dentro!
pero como ante una madre me rindo en su pecho
y tras semanas de celos insomnes por fin me duermo.
Pero en mitad de la paz azabache
me pide otra vez que me marche,
me enjuago el rostro con mis propias lágrimas
y huyo como un chucho apedreado en la noche.
Y vuelvo a lugares donde paseamos nuestro amor,
como si en ellos aún quedasen átomos de nuestra unión,
igual que el asesino regresa al lugar del crimen,
vuelvo nostálgico al lugar del error.
(Quarciso calla un instante, se asoma a la ventana y un fuerte
deseo de arrojarse al vacío lo invade).
Parece, la esperanza, la nostalgia del mañana...,
trato de evocarla con imagen amañada,
pero pronto vuelve su belleza cegadora a mí
y al final nada sirve de nada.
Otras veces yo provoca mi propia nostalgia
como quien se mete la mano en la boca
para provocar la náusea.
Un recuerdo es un muerto viviente,
pesada sombra pasada
que se alimenta de luz presente.
La nostalgia es el aullido de la mente
pero sólo pensar me ayuda a olvidar
(momentáneamente).
Me asomo al espejo, que es ventana hacia adentro,
tan delgado y transido de dolor que no me encuentro.
Y al despertar lloro y bebo el dulce vino
para que el amargo recuerdo se torne en olvido.
Pero cuando la noche se derrama
su imagen me muerde en la entraña,
la imagino exhausta de gozo con otro en la cama
y... ¡se torna eterna la madrugada!
Entonces ruedo y ruedo en la oscuridad
y ruego con todas mis fuerzas
que algo ahuyente pronto la noche
y regrese de nuevo la mañana,
pero sangran las estrellas bajo la luz de la guadaña.
Entonces me levanto y me masturbo
para denigrar su imagen y desidealizarla;
si es cierto que a veces lo consigo,
otras, antes de que brote el semen
que me libre de su anhelo, mis ojos se adelantan
para eyacular las lágrimas de mi desesperanza,
y me hundo en un orgasmo de dolor y llanto
gimiendo desnudo con el falo mustio entre las manos.
Ah, amigo mío, pero qué cobarde soy,
¡pero qué cobarde soy
que prefiero antes la muerte que aceptar este dolor!
Pues ¡¿de qué sirve que la vida siga,
cuando uno es el viudo que guarda luto a una mujer viva?!
¿Nos consumimos por no amar a fuego a lento
o por dejar que se apagara la llama del amor?
No sé, ¡ahora horrorizado las cenizas contemplo
y es otro fuego nuevo el que arde en mi interior!.
¡Por ella dejé atrás el amor de mi familia
y me lancé de corazón al vacío de nuestro idilio!
¡Es cierto que ella calmó el dolor del individuo,
pero hoy toda idea salvífica me lleva al suicidio!
Si me mato por amor seré un suicida...;
si la mató por amor, un asesino,
pero nadie más terrible que el que vive sin amor, amigo:
¡ese ser vive sin estar vivo!
¡Porque si ella no es el amor de mi vida
-y sé que no me equivoqué de amor-
debí de equivocarme de vida!
(Quarciso se derrumba en sollozo).
(...)
Lo nuestro jamás debió hacerse posible,
aquello que no se consuma no se consume;
no, jamás debió hacerse posible,
un amor inaccesible habría sido inmarcesible.
En cambio, ahora sólo quedará el recuerdo
de lo que no sucedió,
pues aquello que pudo ser y no fue
siempre será,
como una estatua blanca en lo alto
o como una ruina indestructible.
Y juro que quiero enterrarla y no lo consigo,
cuando lo intento vuelve para interrumpir el olvido.
¿Me ha abandonado por miedo a perderme?,
¿o es su cruel forma de amar, ni sin mí ni conmigo?
He destilado mil veces el pensamiento hasta hallar la palabra
que describa la locura que agita mi alma
y ahora sé que hay penas que jamás prescriben,
porque el Ser prefiere sentir dolor a no sentir nada.
Tristeza congénita que palpita y se clava,
para los nacidos tristes el corazón es una llaga.
Al final todo se apaga:
lo que parecía sempiterno
tuvo su extinción programada.
Y es que por más que intenté imaginar un porvenir unidos,
no logré vernos más allá de un hoy distorsionado:
mis ancianos labios lívidos
besaban su borroso rostro no arrugado.
Ella suspendida en un tiempo parado
mientras todo giraba en la rueda del molino,
una niebla se interponía a lo imaginado:
era la fatal mampara del destino.
Si fuera mis ojos brillaban límpidos,
en mi interior miraba el mundo obnubilado,
y es que corazón que siente, ojos que no ven,
en la clarividencia ciega del enamorado.
(Quarciso toma una pastilla y bebe vino.)
Pensaba que uno es dueño de los labios que besa
y mi sorpresa es ser presa de mi propia presa;
parecía algo que nadie podía quitarme
y me ha desahuciado de su vida,
llegando a mi para echarme.
Lo desgajé de su ramas,
y como un higo tierno
le abrí mi corazón, amigo,
y así me lo paga.
Me advirtieron,
pero ciego fue mi amor
y qué sorda ahora mi pena,
que no quiere oír el consuelo.
¡No quiero ver a nadie;
me cuesta tanto sonreír,
mi boca es una cicatriz que se abre!
¡Respiro y me pesa el aire,
esa libertad que tanto ansié,
sin ella parece una cárcel!
¡Ah, hermano mío, mi tristeza es tan honda
que hasta en la negra oscuridad me persigue la sombra!;
y ahí veo clara la distinción
entre partir el corazón con alguien
y que alguien te parta el corazón.
Si es grande el amor por ser la distracción del Yo,
es mayor el despecho por ser su destrucción.
Ah, me siento desterrado, arrojado, vacío,
un gajo despojado del racimo.
Y en verdad quiero llamarla y no puedo:
el orgullo me amordaza,
en la agonía de gritar el dolor hacia dentro.
Pero la amo tanto que a pesar de mi miseria
me alivia que este dolor
pese en mí y no sobre ella.
Tal Vez la culpa es mía:
el amor es una flor
que hay que regar cada día,
pero fui un dondiego
y por eso hoy mi lágrima, como un jaramago,
brota entre la ruina.
Pero me miento,
me digo que la soledad es superior a la unión,
en mi pobre convencimiento,
y que sólo hay un amor eterno: el propio,
Pero no basta el amor propio:
¡Igual que hay partes del cuerpo
que no puede rascar uno mismo,
hay lugares del alma que sólo puede acariciar otro!
Y ya sé quién es ese otro:
hace unos días la espié en su ruta,
ansiaba desvelar el rostro
de aquel con quien mordió la sagrada fruta;
más jamás habría sospechado milagro tan hosco,
cuando, de pronto, entre la multitud voluta
apareció el bello monstruo:
¡¿Pero cómo has podido, hijo de puta?!
¡Dime que no eras tú!
¡Coge el teléfono
y dime que no eras tú
quien iba de su mano,
quien besaba su sonrisa,
quien me ha arrebatado la luz!
¡Contéstame, hermano!
¡¿Cómo has sido capaz de algo tan inhumano?!
¡¿Y la lealtad pura que nos juramos?!
¡Has entrado en lo prohibido,
eyaculado en lo sagrado!
¡Cómo mirarnos a los ojos horrorizados!
Tú y yo, capaces de reunirnos
en torno al silencio como ante una llama.
Yo siempre te apuñalé a la cara
y te alabé en la espalda;
¡yo, que te amaba con toda mi alma!
¡Tú...! ¡¿Cómo has podido ser tú, amigo?!
¡Cualquiera salvo tú! ¡¿Cómo has podido
caer en la ambrosía con tan cruel alevosía?!
¡Me has apuñalado mientras dormía!
¿Por qué este castigo?
Siempre fui puro contigo,
sin interés ni remilgos.
Y si fui vengativo
fue para vengarme con amor
del amor recibido.
¡Ojalá fuera todo un mal sueño
y al despertar os tuviera conmigo,
mas me roe un horror rojo, Dios mío!
¡Será imposible el olvido!
¡Has desangrado lo más sagrado!
¡Ah, mi tesoro divino...!
Pero te odio, enemigo, a la par que te admiro,
porque eres amado por lo que más amo.
Es inútil luchar contra lo unido,
sólo la muerte puede oponerse al amor;
pero no temas, ¡me arrancaré del camino!
¡yo, auto desterrado de vosotros dos!
¡Y por tu traición atroz,
clavo en ti mi llanto!
¡No olvides mi lívida voz!
¡Sé que me estás escuchando!
¡Yo esconderé vuestro vergonzoso secreto,
lo haré arder en mis propias llamas;
vosotros rogad por que me salve
de la locura de huir de lo que uno ama!
(Colgó...)
no por la conmoción,
sino por miedo a que la realidad
-a la que en vela engaño-
me asalte de nuevo en medio de un sueño
y me arroje al horror de vivir.
¡Dios mío, hermano, la he perdido!
Nos hemos roto y ya no encajan nuestras piezas,
somos dos trozos de distintos rompecabezas,
y ni siquiera sé cómo ha ocurrido.
Hace tiempo la sentía extraña
y una mañana la encontré sentada,
¡pobre, qué pálida estaba!
Pregunté qué pasaba y respondió: «Nada»,
mirándome a los ojos con compasión despiadada.
-Eres un gran hombre, mi amor -dijo-, todo irá bien.
Con la sonrisa más triste que jamás vi en alguien.
-Pero ¡¿qué sucede?! -alcé mi voz asustada.
-No es por ti -balbuceó sin izar la mirada.
Una honda vaciedad me invade desde hace tiempo
-dijo de pronto- y no has sabido detectarla,
pero cuando alguien se desvive tan fuerte por otro,
como yo por ti -añadió segura y calma-,
pueden morir en él su propia identidad,
su voluntad, su esencia, su alma;
por eso es preciso que ahora te alejes, vida mía,
para que yo pueda recuperarlas.
Esas palabras sordas y esa piedad fatal
me bastaron para entender que ese era nuestro final.
Hace ya un mes que me fui,
todo lo dejé allí
salvo la esperanza de que vuelva a mí.
Te busqué para contártelo, amigo:
he vuelto con mi anciana madre,
que aún no sabe la verdad de lo ocurrido;
me avergüenza tanto mi miseria...:
guardo en silencio mi castigo.
¡Ah, pero el tiempo pesa despacio!
Ella me jura que no hay nadie más,
que sólo necesita algo de tiempo y espacio,
pero sospecho que en su pecho esconde otra verdad.
Aún así nos seguíamos viendo,
paseábamos, reíamos, sentí que me amaba de nuevo;
de pronto respirar pesaba menos,
y regresaban mi hambre y mi ilusión por seguir viviendo.
Y le suplicaba que volviéramos,
pues hasta hace poco
decía amarme como a su vida.
-Aún puedo hacerte feliz -le decía.
Entonces se volvía seria, indiferente, esquiva.
Ella acudía siempre luminosa a cada cita;
yo, harapiento, a rastras de mí para salvarme en ella;
en mis ojos tristes la alegría de poder verla,
en los suyos de nuevo esa compasión maldita.
Pero sólo venía si yo rogaba, jamás me buscaba,
hace una semana que no responde a mi llamada,
desde entonces no hay luz en su ventana
(a veces se prende en la madrugada).
He irrumpido en el hogar mientras no estaba, ¡mi hogar!
Lo he revuelto todo, he registrado cada lugar
buscando y deseando no encontrar
la huella de traición sospechada.
Y cuando vuelve me pregunta qué hago allí,
¡como si esa nunca hubiese sido mi morada!
La miro a los ojos y le digo que la amo
y es como un insulto que esculpe el desprecio en su mirada
¡El silencio se hace grito y desagraviamos en sexo violento
y ahí quisiera estrangularla y eyacular dentro!
pero como ante una madre me rindo en su pecho
y tras semanas de celos insomnes por fin me duermo.
Pero en mitad de la paz azabache
me pide otra vez que me marche,
me enjuago el rostro con mis propias lágrimas
y huyo como un chucho apedreado en la noche.
Y vuelvo a lugares donde paseamos nuestro amor,
como si en ellos aún quedasen átomos de nuestra unión,
igual que el asesino regresa al lugar del crimen,
vuelvo nostálgico al lugar del error.
(Quarciso calla un instante, se asoma a la ventana y un fuerte
deseo de arrojarse al vacío lo invade).
Parece, la esperanza, la nostalgia del mañana...,
trato de evocarla con imagen amañada,
pero pronto vuelve su belleza cegadora a mí
y al final nada sirve de nada.
Otras veces yo provoca mi propia nostalgia
como quien se mete la mano en la boca
para provocar la náusea.
Un recuerdo es un muerto viviente,
pesada sombra pasada
que se alimenta de luz presente.
La nostalgia es el aullido de la mente
pero sólo pensar me ayuda a olvidar
(momentáneamente).
Me asomo al espejo, que es ventana hacia adentro,
tan delgado y transido de dolor que no me encuentro.
Y al despertar lloro y bebo el dulce vino
para que el amargo recuerdo se torne en olvido.
Pero cuando la noche se derrama
su imagen me muerde en la entraña,
la imagino exhausta de gozo con otro en la cama
y... ¡se torna eterna la madrugada!
Entonces ruedo y ruedo en la oscuridad
y ruego con todas mis fuerzas
que algo ahuyente pronto la noche
y regrese de nuevo la mañana,
pero sangran las estrellas bajo la luz de la guadaña.
Entonces me levanto y me masturbo
para denigrar su imagen y desidealizarla;
si es cierto que a veces lo consigo,
otras, antes de que brote el semen
que me libre de su anhelo, mis ojos se adelantan
para eyacular las lágrimas de mi desesperanza,
y me hundo en un orgasmo de dolor y llanto
gimiendo desnudo con el falo mustio entre las manos.
Ah, amigo mío, pero qué cobarde soy,
¡pero qué cobarde soy
que prefiero antes la muerte que aceptar este dolor!
Pues ¡¿de qué sirve que la vida siga,
cuando uno es el viudo que guarda luto a una mujer viva?!
¿Nos consumimos por no amar a fuego a lento
o por dejar que se apagara la llama del amor?
No sé, ¡ahora horrorizado las cenizas contemplo
y es otro fuego nuevo el que arde en mi interior!.
¡Por ella dejé atrás el amor de mi familia
y me lancé de corazón al vacío de nuestro idilio!
¡Es cierto que ella calmó el dolor del individuo,
pero hoy toda idea salvífica me lleva al suicidio!
Si me mato por amor seré un suicida...;
si la mató por amor, un asesino,
pero nadie más terrible que el que vive sin amor, amigo:
¡ese ser vive sin estar vivo!
¡Porque si ella no es el amor de mi vida
-y sé que no me equivoqué de amor-
debí de equivocarme de vida!
(Quarciso se derrumba en sollozo).
(...)
Lo nuestro jamás debió hacerse posible,
aquello que no se consuma no se consume;
no, jamás debió hacerse posible,
un amor inaccesible habría sido inmarcesible.
En cambio, ahora sólo quedará el recuerdo
de lo que no sucedió,
pues aquello que pudo ser y no fue
siempre será,
como una estatua blanca en lo alto
o como una ruina indestructible.
Y juro que quiero enterrarla y no lo consigo,
cuando lo intento vuelve para interrumpir el olvido.
¿Me ha abandonado por miedo a perderme?,
¿o es su cruel forma de amar, ni sin mí ni conmigo?
He destilado mil veces el pensamiento hasta hallar la palabra
que describa la locura que agita mi alma
y ahora sé que hay penas que jamás prescriben,
porque el Ser prefiere sentir dolor a no sentir nada.
Tristeza congénita que palpita y se clava,
para los nacidos tristes el corazón es una llaga.
Al final todo se apaga:
lo que parecía sempiterno
tuvo su extinción programada.
Y es que por más que intenté imaginar un porvenir unidos,
no logré vernos más allá de un hoy distorsionado:
mis ancianos labios lívidos
besaban su borroso rostro no arrugado.
Ella suspendida en un tiempo parado
mientras todo giraba en la rueda del molino,
una niebla se interponía a lo imaginado:
era la fatal mampara del destino.
Si fuera mis ojos brillaban límpidos,
en mi interior miraba el mundo obnubilado,
y es que corazón que siente, ojos que no ven,
en la clarividencia ciega del enamorado.
(Quarciso toma una pastilla y bebe vino.)
Pensaba que uno es dueño de los labios que besa
y mi sorpresa es ser presa de mi propia presa;
parecía algo que nadie podía quitarme
y me ha desahuciado de su vida,
llegando a mi para echarme.
Lo desgajé de su ramas,
y como un higo tierno
le abrí mi corazón, amigo,
y así me lo paga.
Me advirtieron,
pero ciego fue mi amor
y qué sorda ahora mi pena,
que no quiere oír el consuelo.
¡No quiero ver a nadie;
me cuesta tanto sonreír,
mi boca es una cicatriz que se abre!
¡Respiro y me pesa el aire,
esa libertad que tanto ansié,
sin ella parece una cárcel!
¡Ah, hermano mío, mi tristeza es tan honda
que hasta en la negra oscuridad me persigue la sombra!;
y ahí veo clara la distinción
entre partir el corazón con alguien
y que alguien te parta el corazón.
Si es grande el amor por ser la distracción del Yo,
es mayor el despecho por ser su destrucción.
Ah, me siento desterrado, arrojado, vacío,
un gajo despojado del racimo.
Y en verdad quiero llamarla y no puedo:
el orgullo me amordaza,
en la agonía de gritar el dolor hacia dentro.
Pero la amo tanto que a pesar de mi miseria
me alivia que este dolor
pese en mí y no sobre ella.
Tal Vez la culpa es mía:
el amor es una flor
que hay que regar cada día,
pero fui un dondiego
y por eso hoy mi lágrima, como un jaramago,
brota entre la ruina.
Pero me miento,
me digo que la soledad es superior a la unión,
en mi pobre convencimiento,
y que sólo hay un amor eterno: el propio,
Pero no basta el amor propio:
¡Igual que hay partes del cuerpo
que no puede rascar uno mismo,
hay lugares del alma que sólo puede acariciar otro!
Y ya sé quién es ese otro:
hace unos días la espié en su ruta,
ansiaba desvelar el rostro
de aquel con quien mordió la sagrada fruta;
más jamás habría sospechado milagro tan hosco,
cuando, de pronto, entre la multitud voluta
apareció el bello monstruo:
¡¿Pero cómo has podido, hijo de puta?!
¡Dime que no eras tú!
¡Coge el teléfono
y dime que no eras tú
quien iba de su mano,
quien besaba su sonrisa,
quien me ha arrebatado la luz!
¡Contéstame, hermano!
¡¿Cómo has sido capaz de algo tan inhumano?!
¡¿Y la lealtad pura que nos juramos?!
¡Has entrado en lo prohibido,
eyaculado en lo sagrado!
¡Cómo mirarnos a los ojos horrorizados!
Tú y yo, capaces de reunirnos
en torno al silencio como ante una llama.
Yo siempre te apuñalé a la cara
y te alabé en la espalda;
¡yo, que te amaba con toda mi alma!
¡Tú...! ¡¿Cómo has podido ser tú, amigo?!
¡Cualquiera salvo tú! ¡¿Cómo has podido
caer en la ambrosía con tan cruel alevosía?!
¡Me has apuñalado mientras dormía!
¿Por qué este castigo?
Siempre fui puro contigo,
sin interés ni remilgos.
Y si fui vengativo
fue para vengarme con amor
del amor recibido.
¡Ojalá fuera todo un mal sueño
y al despertar os tuviera conmigo,
mas me roe un horror rojo, Dios mío!
¡Será imposible el olvido!
¡Has desangrado lo más sagrado!
¡Ah, mi tesoro divino...!
Pero te odio, enemigo, a la par que te admiro,
porque eres amado por lo que más amo.
Es inútil luchar contra lo unido,
sólo la muerte puede oponerse al amor;
pero no temas, ¡me arrancaré del camino!
¡yo, auto desterrado de vosotros dos!
¡Y por tu traición atroz,
clavo en ti mi llanto!
¡No olvides mi lívida voz!
¡Sé que me estás escuchando!
¡Yo esconderé vuestro vergonzoso secreto,
lo haré arder en mis propias llamas;
vosotros rogad por que me salve
de la locura de huir de lo que uno ama!
(Colgó...)
ACTO 2
INTRODUCCIÓN
Habían pasado varias semanas
Desde el horror de su cruel desengaño
-Tiempo lentificado por el daño-
Y contempló el mundo por sus ventanas:
Presenció el asco y la impiedad humanas
Y Dios se le mostró como un extraño
Sombra ahora donde luz hubo antaño
Mundo esculpido por manos tiranas
Se ahogaba en una honda depresión
Epilepsia que al alma sacudía;
No salió en días de su habitación
Buhardilla de libros fría y sombría
Se oían los aullidos de agonía
Del Ser que clama por su salvación
ESCENA I
Habían pasado varias semanas
Desde el horror de su cruel desengaño
-Tiempo lentificado por el daño-
Y contempló el mundo por sus ventanas:
Presenció el asco y la impiedad humanas
Y Dios se le mostró como un extraño
Sombra ahora donde luz hubo antaño
Mundo esculpido por manos tiranas
Se ahogaba en una honda depresión
Epilepsia que al alma sacudía;
No salió en días de su habitación
Buhardilla de libros fría y sombría
Se oían los aullidos de agonía
Del Ser que clama por su salvación
ESCENA I
Es de madrugada y la ciudad está en profundo silencio. En una esquina de su habitación, Quarciso se encuentra de rodillas en el suelo. Demacrado y desquiciado, reza y habla solo. La luz del fuego de la chimenea desvela levemente el caos del espacio en el que se desenvuelve la escena. Desde la estancia inferior, la anciana madre escucha con miedo los borrosos soliloquios de Quarciso
¿Y ahora qué?
¿Dónde esconderme de quien no me busca?
No hay asilo que me salve de mí
Mi corazón es un puñal que se me incrusta
Me he convertido en un monstruo que ahora me aterra
La noche me amenaza con la noche eterna
Han degollado mi fe:
¿Por qué me torturas, Señor? ¡¿Acaso con lágrimas sacias tu sed?!
Te lo ruego, apiádate de mi ser;
¡¿Por qué con ella? ¿Por qué con él?!
¿Por qué consientes que esto suceda?
Su traición no es sino tu traición ¿Qué quieres que aprenda?
Ah, Vigía, que auscultas mi conciencia
Nunca tuvo verjas mi silo en tu presencia
¡Y cuántas veces yo llamé a tu puerta!
Con cárdena voz y áfonos nudillos volví sin respuesta
¡Rompe ahora este silencio ensordecedor!
¡Por lo que más quieras! ¡¿O es que ya no me amas, Señor?!
Tomaste a mi padre, te proclamaste mentor
Y con mi dolor erigí mi fe inquebrantable
Y jamás guardé rencor ni sucumbí ante el fracaso
Di bien por mal y obré con corazón generoso
Siguiendo tu lección con humildad y prurito
Sordo a la conspiración de la carne contra el espíritu
E hice mío tu mensaje
Condené mi concupiscencia y mi libertinaje
Y me rebelé contra el deseo, no ansié el bien ajeno
Al desolado di consuelo e imité al hombre pleno
Pero ella es todo lo que tengo ¡Lo que más amo!
¡¿Por qué la has arrancado de mi lado?!
¡Señor, te odio con todo mi ser!
¡Te ofrendé mi vida entera y me has abandonado otra vez!
Me ahogas, salvas y hundes de nuevo en tu abismo;
Impasible contemplas la agonía del orbe;
¡¿Qué tipo de prueba es esta a que enfrentas al hombre?!
¡¿Siglos de sangre no bastan para saciar tu sadismo?!
Ante tu soledad creaste este teatro
Nos vestiste de dolor para divertirte con el llanto
Nosotros, tus bufones, que bailamos sin descanso
Esta danza del sacrificio a cambio de un premio falso
¡Pues ese podio es un cadalso!
Ya que te distraes con nuestra pena ¡Concede, al menos, el laurel de tu aplauso!
¡Qué puedes decir a esto!
¡Responde! ¡No te oigo! ¡Adelante, álzate, omniausente Maestro!
¡Descarga sobre mí tu trueno de cólera
Dictador, que violas la ley que tú mismo has impuesto!
Con sangre y venganza
Así educaste a tus hijos y así obran ahora: a tu imagen y semejanza
¡Déspota, lengua homófoba, genocida de Sodoma!
Con tu ley prohibitiva
Ordenaste comer del árbol de la vida
Temeroso del fruto de la ciencia, que albergaba la verdad escondida
Y un ávido Ser de sapiencia hurgó la prohibida pulpa
¿Y otro llega al mundo en llanto hoy por nacer de su culpa?
¿Por qué seguimos condenados?
¿No sacrificaste a tu Hijo en la cruz para expiar nuestro pecado?
¡Tirano, somos sólo inocente leña
Que mantiene viva la hoguera del infierno en que calientas tus manos!
No hubo Adán ni Edén, tu Iglesia es un harém
Franquicia de la falacia ¡Has hecho al mundo tu rehén!
Y jamás devolverás a tus siervos
Aquello que perdimos por mirar a través de tus ojos ciegos
No, ni siquiera existes, no puedes existir;
¡Tú no creaste al hombre: el hombre te creó a ti!
-Y ¿cómo se hizo el universo? ¿Acaso es una flor innata?
¿Qué es esta áurea aureola? ¿Qué es ese redondel de plata?
¿Qué son aquellas perlas esparcidas por el lienzo añil
Que acaban por morir sobre la franja escarlata?
¿Qué dio vida a la vida? Nada nace de la nada
¡Calla! ¡Sólo eres fruto de una duda aciaga!
La flor busca la luz; la abeja busca la flor;
La nube se derrama en la semilla como el amor sobre el amor;
Y un niño gime perdido en alguna parte
Desesperado, podría buscarte, pero busca a sus semejantes
Tú no eres fruto innato del instinto natural
¡Tú necesitas la penumbra para poder brillar!
Por eso ya no creo en ti ni en tu oscuro idioma
Por miedo a lo inexplicable impusimos tu axioma
Pero ya no te temo, espejismo iracundo
Ha muerto en mí el chantaje con que amenazaste milenios al mundo
Ni temo a la duda de qué habrá más tarde
El espíritu existirá mientras exista la carne
Después no hay nada:
La vida es un túnel de luz con oscuridad al final, el cuerpo es ataúd del alma
Ahora me arrepiento de todos mis arrepentimientos
Sí, seré ceniza, pero antes incienso
¿Dónde esconderme de quien no me busca?
No hay asilo que me salve de mí
Mi corazón es un puñal que se me incrusta
Me he convertido en un monstruo que ahora me aterra
La noche me amenaza con la noche eterna
Han degollado mi fe:
¿Por qué me torturas, Señor? ¡¿Acaso con lágrimas sacias tu sed?!
Te lo ruego, apiádate de mi ser;
¡¿Por qué con ella? ¿Por qué con él?!
¿Por qué consientes que esto suceda?
Su traición no es sino tu traición ¿Qué quieres que aprenda?
Ah, Vigía, que auscultas mi conciencia
Nunca tuvo verjas mi silo en tu presencia
¡Y cuántas veces yo llamé a tu puerta!
Con cárdena voz y áfonos nudillos volví sin respuesta
¡Rompe ahora este silencio ensordecedor!
¡Por lo que más quieras! ¡¿O es que ya no me amas, Señor?!
Tomaste a mi padre, te proclamaste mentor
Y con mi dolor erigí mi fe inquebrantable
Y jamás guardé rencor ni sucumbí ante el fracaso
Di bien por mal y obré con corazón generoso
Siguiendo tu lección con humildad y prurito
Sordo a la conspiración de la carne contra el espíritu
E hice mío tu mensaje
Condené mi concupiscencia y mi libertinaje
Y me rebelé contra el deseo, no ansié el bien ajeno
Al desolado di consuelo e imité al hombre pleno
Pero ella es todo lo que tengo ¡Lo que más amo!
¡¿Por qué la has arrancado de mi lado?!
¡Señor, te odio con todo mi ser!
¡Te ofrendé mi vida entera y me has abandonado otra vez!
Me ahogas, salvas y hundes de nuevo en tu abismo;
Impasible contemplas la agonía del orbe;
¡¿Qué tipo de prueba es esta a que enfrentas al hombre?!
¡¿Siglos de sangre no bastan para saciar tu sadismo?!
Ante tu soledad creaste este teatro
Nos vestiste de dolor para divertirte con el llanto
Nosotros, tus bufones, que bailamos sin descanso
Esta danza del sacrificio a cambio de un premio falso
¡Pues ese podio es un cadalso!
Ya que te distraes con nuestra pena ¡Concede, al menos, el laurel de tu aplauso!
¡Qué puedes decir a esto!
¡Responde! ¡No te oigo! ¡Adelante, álzate, omniausente Maestro!
¡Descarga sobre mí tu trueno de cólera
Dictador, que violas la ley que tú mismo has impuesto!
Con sangre y venganza
Así educaste a tus hijos y así obran ahora: a tu imagen y semejanza
¡Déspota, lengua homófoba, genocida de Sodoma!
Con tu ley prohibitiva
Ordenaste comer del árbol de la vida
Temeroso del fruto de la ciencia, que albergaba la verdad escondida
Y un ávido Ser de sapiencia hurgó la prohibida pulpa
¿Y otro llega al mundo en llanto hoy por nacer de su culpa?
¿Por qué seguimos condenados?
¿No sacrificaste a tu Hijo en la cruz para expiar nuestro pecado?
¡Tirano, somos sólo inocente leña
Que mantiene viva la hoguera del infierno en que calientas tus manos!
No hubo Adán ni Edén, tu Iglesia es un harém
Franquicia de la falacia ¡Has hecho al mundo tu rehén!
Y jamás devolverás a tus siervos
Aquello que perdimos por mirar a través de tus ojos ciegos
No, ni siquiera existes, no puedes existir;
¡Tú no creaste al hombre: el hombre te creó a ti!
-Y ¿cómo se hizo el universo? ¿Acaso es una flor innata?
¿Qué es esta áurea aureola? ¿Qué es ese redondel de plata?
¿Qué son aquellas perlas esparcidas por el lienzo añil
Que acaban por morir sobre la franja escarlata?
¿Qué dio vida a la vida? Nada nace de la nada
¡Calla! ¡Sólo eres fruto de una duda aciaga!
La flor busca la luz; la abeja busca la flor;
La nube se derrama en la semilla como el amor sobre el amor;
Y un niño gime perdido en alguna parte
Desesperado, podría buscarte, pero busca a sus semejantes
Tú no eres fruto innato del instinto natural
¡Tú necesitas la penumbra para poder brillar!
Por eso ya no creo en ti ni en tu oscuro idioma
Por miedo a lo inexplicable impusimos tu axioma
Pero ya no te temo, espejismo iracundo
Ha muerto en mí el chantaje con que amenazaste milenios al mundo
Ni temo a la duda de qué habrá más tarde
El espíritu existirá mientras exista la carne
Después no hay nada:
La vida es un túnel de luz con oscuridad al final, el cuerpo es ataúd del alma
Ahora me arrepiento de todos mis arrepentimientos
Sí, seré ceniza, pero antes incienso
Quarciso se sienta frente a la
chimenea y contempla, hipnotizado, el fuego
Todos los dioses sois el mismo dios
La misma nada, el mismo hueco
Tu placer es infringir el dolor
Pero sólo arderá quien crea en tu fatuo fuego
¡Se acabó, no me apuntarás con tu dedo intangible!
¡Tu amparo es el refugio de quien teme ser libre!
ESCENA II
Todos los dioses sois el mismo dios
La misma nada, el mismo hueco
Tu placer es infringir el dolor
Pero sólo arderá quien crea en tu fatuo fuego
¡Se acabó, no me apuntarás con tu dedo intangible!
¡Tu amparo es el refugio de quien teme ser libre!
ESCENA II
Mientras un humano mata a su propio hermano
Con sus propias manos en sacrificio a un dios pagano
Al otro lado del mundo
Niños sin infancia fabrican los juguetes con los que juegan adultos
Allí la muerte es el precio de vivir y no un crimen
Y así viven: en la vorágine de su régimen gimen
Pues mientras la Iglesia mata por sus colonias de la moral
El estado por la hegemonía terrenal
Consumidos por el consumismo
Se arrodillan ante el nuevo dios: el capitalismo
Monstruo que se devora a sí mismo
Ellos crean nuestras carencias con falso placer
Con constantes deseos que nunca logramos satisfacer;
Nos impiden pensar, distrayendo las conciencias
Envileciendo el instinto y amputando nuestra noción de la trascendencia
Usando el arte de convencer, sin estar convencidos
Milenario marasmo, brutal ignorancia en que estamos sumidos
Quieren asustarnos, persuadirnos, humillarnos
Antes que a caminar, nos enseñan a arrodillarnos
El gobernante es un funcionario del pueblo
Por tanto, debiera ser conductor de su voluntad y deseo
Su función en el poder ha de ser liberar rasgos sociales reprimidos
Y no convertir al hombre en un reo
Debiera acceder al poder un mandatario sumiso
Un líder obediente a los menesteres de su pueblo
Gobernando con humildad y no con la prestidigitación
E hipnótica demagogia del fariseo
Que imprime su mentira en la conciencia del manso
Para poder después crecerse con el pasto de su aplauso
Alimentando a la bestia de su megalomanía
Sentado en su trono, que no es sino nuestro lomo exhausto
¿Por qué responden a nuestra pregunta con otra pregunta?
Con nuestro impuesto financian las armas con que nos apuntan
¡Ah! ¡Cómo condiciona el poder nuestra conducta!
Capaz de trocar el alma más noble en un alma corrupta
Nuestro voto no cuenta en este falso sistema democrático
¡Abrid los ojos, somos carne de látigo!
No hay democracia: el pueblo es mudo, sordo el gobierno
Y al final siempre dicta el capital que los financia
La libertad es mentira, la historia es mentira
La prensa es mentira, lo único cierto es que todo es mentira
La globalización no es una alianza sino un nuevo orden
Para la cómoda dominación de los hombres
Una sola lengua con la que poder someter
Un oído que todo oiga, un ojo que todo pueda ver
Esta falsa libertad va a lograr con todo esto
Que sólo el cruel dictador parezca un mandatario honesto
Bajo la noble mentira de la falsa bandera crean al enemigo
Odio externo que mantenga al pueblo unido
Y nos asustan, usan nuestro miedo como excusa para acusar
E incrustan su bandera homicida en tierra confusa
Y a esa invasión disfrazada llaman justicia
¡Pues sepan que ni para hacer justicia la violencia es justa!
El freno de la evolución: religión y dinero
¡Cuántos magnicidios perpetrados contra hombres buenos!
¡Cuánta justicia sobornada, cuánto inocente acusado!
¡Cuántas mentes virtuosas acalladas en el fuego!
¡Cuántos fueron a la guerra ignaros del motivo!
¡Cuántos conscientes de la verdad obraron por incentivo!
¡Cuántos inocentes perecieron, cuántas madres, cuántos niños!
¡En cuántas batallas fue Dios caudillo!
Pero la guerra es negocio, la enfermedad es negocio
El hambre es negocio, la pobreza es negocio
La muerte es negocio ¡el capitalismo es un monstruo!
Para poder dar a uno siempre ha de arrancarle a otro
¡Y mientras exista desigualdad reinará la barbarie
Y lluvias de pólvora regarán con sangre esta tierra de nadie!
Duele ver un mundo oscuro con tanta claridad:
La política es miedo a la libertad
El dinero, miedo a la soledad
Dios es miedo al miedo y así vivimos en sociedad:
Como ciegos guiados por ciegos
¡Pobres los que sólo buscan tener!
¿Cómo ignoran que la mayor tenencia es ser?
Ese tener profundo, infinito, único, impagable
Algo que no les podrá arrebatar nunca nadie;
Y prefieren vivir en el vacío de la abundancia
Teniendo todo y siendo nada, poseídos por lo que poseen
¡Ah, qué triste morar!
Vivir felizmente tan falazmente ¡se ríen para no llorar!
Ojalá la vida fuera un mundo sin fronteras
Bajo una sola bandera, pero cada uno a su manera
Bandera que flamee mecida por brisas de paz
Y no agitada por suspiros lacayos y vientos de cólera
¿De qué sirve la visión de un Ser cegado por su fe
O que su expresión sea libre si su mente no lo es?
ESCENA III
Quarciso se pone de pie, coge algunos libros de la estantería, los hojea con violencia y los arroja al fuego. Coge el busto de un antiguo pensador y lo contempla y sonríe con desprecio. De repente, se serena, mira por la ventana y comienza a reflexionar en voz alta.
La fe en lo divino y la lealtad a lo colectivo
Han arrancado la verdadera identidad del individuo
Que desde hace milenios busca una luz por la que ser guiado
Un salvador que lo conduzca, una respuesta a sus preguntas
Alguien o algo por lo que sentirse amparado;
Pero es precisamente esa luz la que lo ha cegado
La paz, la verdad, la plenitud, la libertad
Son un largo camino sin guía ni itinerario
Nada puede acompañarlo en su lucha individual
Por emancipar su conciencia del estéril valor moral
Ha de ser su propia respuesta, morir y renacer
Ser la serpiente que se desprende de su inútil piel
Ha de desmasificarse toda unión, toda asociación
Fraccionarse hasta quedar completamente solo
Desnudo de cualquier tradición, ante la máxima de las síntesis:
La esencia, la unión del Ser con Todo
Pero frente a la idea de una posible libertad
El hombre se ahoga en el vértigo de su insignificancia
Pues el mundo se le revela como un gigante hostil
Y al final retorna corvo y sumiso a su senda marcada
La influencia que ejerce la fuerza exterior sobre la débil carne
Hace de la libertad un lugar insoportable
Pero el Ser ha de revolucionarse, rebelarse contra su conciencia
No hay libertad sin desobediencia
Un hombre jamás será libre en una sociedad de esclavos:
Se enredará, tarde o temprano, con las cadenas del atado
La paz mundial será una utopía, una quimera
Mientras la libertad individual también lo sea
Pues ¿Qué es lo que la experiencia nos ha demostrado?
Ninguna revolución social logró salvarnos;
Cuando el bien vence al mal y llega al poder se torna tirano
El mismo despotismo en distintas manos
Pero la voz de una nueva fuerza afirma sin certeza
Que un nuevo sistema librará al mundo de la carencia:
Un diseño tecnológico-social basado en recursos
Derrocará al capitalismo, la desigualdad y la violencia
Imposible: Ningún avance impedirá que un hombre se mida a otro hombre
Que codicie, envidie, mate u odie;
No, no servirá tecnología alguna
Mientras sea desarrollada por hombres de mente oscura
Primero el Ser debe purgar su conciencia
No inspirado en ninguna ciencia, sino en el instinto de la natura
Cualquier otra vía es artificial, invención del pensamiento humano
Dios, el dinero, el Estado...
Debo desenterrar mi esencia, volver a lo originario
Si quiero abrir los grilletes que me tienen atado
Destilarme de cualquier tradición y ser reeducado
Y abrazar de nuevo el mundo con amor unitario
¡Me voy! ¡abandono todo lo que no es mío
Jamás tuve nada: las cosas me habían tenido!
Me voy: vuelvo al vientre del mundo
A desenterrar el tesoro de ser, lejos del burdo y cruel vulgo
Me voy: ya no temo al destino
Me abrigaré con fuego y sol, beberé el agua del río
Comeré el generoso fruto que derrame el árbol
Me bañaré en la lluvia y me secaré en el camino
La luz ya ha roto el silencio con grito agónico
El telón del mundo se alza como un sudario
Hombres corren a cambiar por plata su tiempo dorado
Una paloma come de un charco de vómito
Los ojos de los escaparates izan sus metálicos párpados
Y un sucio cielo gris orina sobre el asfalto
Me doy porvencido, no me quedan fuerzas para rendirme:
Es tiempo de redimir el tiempo perdido
Los primeros rayos del alba aparecen en el cielo. Quarciso deja escrita una nota encima de la mesa, y con lo puesto y una pequeña bolsa abandona la casa de su madre.
ACTO 3
ESCENA PRIMERA
Desaparecer
Correr en la nada;
Ignorar si en huida o en persecución
Si para salvarse o por destrucción
¿Es cobarde o audaz un alma exiliada?
En la libreta que fue rescatada
(Un diario de viaje sin dirección)
Se describe su peregrinación
Que esconde en sí una belleza sagrada
Así fue: partió, lo abandonó todo
Con mano vacía y corazón ciego
Sin sentido, sin pasado ni apodo
Para purgar de sí el último apego
Porque no existe ningún otro modo:
El alma sólo se lava con fuego
I. EL CAMINO
Correr en la nada;
Ignorar si en huida o en persecución
Si para salvarse o por destrucción
¿Es cobarde o audaz un alma exiliada?
En la libreta que fue rescatada
(Un diario de viaje sin dirección)
Se describe su peregrinación
Que esconde en sí una belleza sagrada
Así fue: partió, lo abandonó todo
Con mano vacía y corazón ciego
Sin sentido, sin pasado ni apodo
Para purgar de sí el último apego
Porque no existe ningún otro modo:
El alma sólo se lava con fuego
I. EL CAMINO
(El paisaje está desierto. Quarciso, con una bolsa y un báculo, camina desorientado)
Qué equipaje tan pesado ¿No podría dejarlo aquí apoyado?
¡Por favor, sólo un instante! Volveré aquí a buscarlo
Si pudiera andar sin él, no viviría tan cansado
Qué equipaje tan pesado, qué equipaje tan pesado
Es raro, cuando más henchido está, el camino es más liviano
Cuando lo arrastro vacío es como llevar el mundo atado
¡Cómo fatiga el cuerpo entero algo que cabe en una mano!
Qué equipaje tan pesado: con el corazón a todos lados
II. LUZ
Mi luz nacerá en la noche
Cuando nadie pueda ver nada y nada se escuche
En la claridad sólo tenemos ojos para lo que nos ciega
Y su Verdad reina oculta en la densidad del bosque
Al alborear camufla sus verdades
Bajo la risa de un niño o en el cantar de las aves
En la renunciación aparece nítido su mensaje
En el placer se torna esotérico su lenguaje
Si la persigo, ella me persigue a mí
Si me escondo de ella es como si ella se escondiera en mí
Pero de la sombra no escapa
En el silencio se oye el crepitar de sus pasos y sus encendidos ojos la delatan
Cuando caiga la silente penumbra y salga confiada
Como una enorme luna en mitad de la madrugada
Estaré allí, esperando su súbita epifanía en el espacio
Como el estruendoso tambor de un trueno violáceo
Para así ser iluminado por su suprema certidumbre
Revelación última ante la que el Ser sucumbe
Y al fin, madre, que diste lumbre a este hombre lúgubre
Lograré ser sombra que alumbre
III. SALVARME EN TI
¡Qué carnaval de bálsamos y
misceláneos salmos
Entonan los pájaros bajo el diáfano celeste de mayo!
¡Qué bello llover de los rayos, orvallo de luz contra el cristal del arroyo
Agua que arrulla al silencio con suave murmullo!
Con alas de pétalo se iza la brisa -sonrisa del aire-
Que lame con su lengua lisa la áspera piel de mi carne
Podría quedarme así toda la tarde: tumbado en la tierra
Contemplando el mundo que gira inocente y culpable
Si callo y me concentro encuentro que todo lo que está fuera está adentro
¡Qué elástico el pecho, me duele el universo!
Y la conciencia, virtud que pareció distinguirnos de las demás especies
Nos hizo inferiores finalmente
La conciencia nos vuelve inconscientes
Arrancándonos del origen y como un intruso divorcia al cuerpo de la mente
Por eso acudo a ti
Dame mi pitanza de luz, la aceptación de la muerte, la comprensión de existir
Madre de todas las madres, arranca de raíz mi rencor
Quédate incluso mi más innato don
A condición de que me llenes de humildad
Para mirar el mundo con pureza desde la atalaya de mi corazón
IV. EL NIDO
Esta mañana al salir en busca de bayas, grosellas y un poco de leña
Me percaté de una hazaña
Mi asombro fue que en aquel árbol seguía ese nido
Sí, el mismo, indiferente, frondoso y tupido
Habían pasado otoños e inviernos, lluvias y cierzos
-Cientos de vientos- que se llevaban las hojas consigo
Pero, un año tras otro, como a un monasterio en el aire
Nuevos pájaros acudían a él en busca de abrigo
Hoy, violentos vientos cruzan como una estampida de almas
Sacudiendo el árbol, calvo y famélico, que danza y se dobla
Pero en el centro, engastado en sus ramas
Como un enorme corazón de mimbre, se aferra la hermosa obra
¿Qué genial arquitecto erigió tan perfecta escultura
Que por más que el tiempo intenta desdibujarla perdura y perdura?
Ese mismo tiempo barrió también mi tristeza
Serenó mi pasón y desgajó el rencor, pero no su carga
Pues una bandada de negros recuerdos vuelve para desenterrar del olvido
Los huesos roídos de la memoria hasta resucitarla:
Y no es otra que la horrible imagen del dolor que un día causaste, amor mío
Y que ha hecho para siempre su nido en mi alma
V. EL SUEÑO
Entonan los pájaros bajo el diáfano celeste de mayo!
¡Qué bello llover de los rayos, orvallo de luz contra el cristal del arroyo
Agua que arrulla al silencio con suave murmullo!
Con alas de pétalo se iza la brisa -sonrisa del aire-
Que lame con su lengua lisa la áspera piel de mi carne
Podría quedarme así toda la tarde: tumbado en la tierra
Contemplando el mundo que gira inocente y culpable
Si callo y me concentro encuentro que todo lo que está fuera está adentro
¡Qué elástico el pecho, me duele el universo!
Y la conciencia, virtud que pareció distinguirnos de las demás especies
Nos hizo inferiores finalmente
La conciencia nos vuelve inconscientes
Arrancándonos del origen y como un intruso divorcia al cuerpo de la mente
Por eso acudo a ti
Dame mi pitanza de luz, la aceptación de la muerte, la comprensión de existir
Madre de todas las madres, arranca de raíz mi rencor
Quédate incluso mi más innato don
A condición de que me llenes de humildad
Para mirar el mundo con pureza desde la atalaya de mi corazón
IV. EL NIDO
Esta mañana al salir en busca de bayas, grosellas y un poco de leña
Me percaté de una hazaña
Mi asombro fue que en aquel árbol seguía ese nido
Sí, el mismo, indiferente, frondoso y tupido
Habían pasado otoños e inviernos, lluvias y cierzos
-Cientos de vientos- que se llevaban las hojas consigo
Pero, un año tras otro, como a un monasterio en el aire
Nuevos pájaros acudían a él en busca de abrigo
Hoy, violentos vientos cruzan como una estampida de almas
Sacudiendo el árbol, calvo y famélico, que danza y se dobla
Pero en el centro, engastado en sus ramas
Como un enorme corazón de mimbre, se aferra la hermosa obra
¿Qué genial arquitecto erigió tan perfecta escultura
Que por más que el tiempo intenta desdibujarla perdura y perdura?
Ese mismo tiempo barrió también mi tristeza
Serenó mi pasón y desgajó el rencor, pero no su carga
Pues una bandada de negros recuerdos vuelve para desenterrar del olvido
Los huesos roídos de la memoria hasta resucitarla:
Y no es otra que la horrible imagen del dolor que un día causaste, amor mío
Y que ha hecho para siempre su nido en mi alma
V. EL SUEÑO
Me arropa el sol que se derrama sobre mi cama
De verde brizna; siento como me arrulla la brisa
Tras los abedules canta una merla
Y el cielo observa la tierra con despejados ojos azules
Hoy tuve un sueño raro: el sol espiaba de soslayo con rayo de mayo
Ella y yo hacíamos el amor en adagio
Y al instante apareció junto a él con un hijo mío en brazos
¡Ah, soñar! ¡Soñar es señal de espíritu turbado!
He de seguir caminando
He de seguir caminando
He de seguir caminando
VI. ABANDONO DE LA CASA BAJO EL ÁRBOL
Te burlas de Dios, glauco
milagro
Saliendo de la tumba y resucitando en lo alto
Tú, que sorbes luz y exhalas silencio
Aunque tu interior sea un auditorio de múltiples cantos
Tú, que posees la quietud y humildad que yo no alcanzo
Cuando pisas tu propia alma y haces de ella un remanso
Ojalá pudieras seguirme en mi tramo
Pero tienes inútiles los pies por ser tan generosas tus manos
Aquí se bifurca otro amor y prosigue un naufragio
Tú has nacido para esperar y yo he de seguir caminando
Dejo todo atrás, no sé si sirve de algo
Dejo todo atrás otra ve, el camino es muy largo
Me bastan esta bolsa y este báculo
Quiero un viajar ligero, toda posesión al final se vuelve obstáculo
¿O, acaso, podrá la mariposa que un día seré
Cargar a lomos de sus frágiles alas mis inútiles bártulos?
No hay huella que sirva de guía en mi itinerario
No hay senda definida, no hay vuelta atrás ni descanso
Todo es la peregrinación a través de uno mismo:
Camino, viaje y viajero son un mismo tránsito
ESCENA SEGUNDA
Saliendo de la tumba y resucitando en lo alto
Tú, que sorbes luz y exhalas silencio
Aunque tu interior sea un auditorio de múltiples cantos
Tú, que posees la quietud y humildad que yo no alcanzo
Cuando pisas tu propia alma y haces de ella un remanso
Ojalá pudieras seguirme en mi tramo
Pero tienes inútiles los pies por ser tan generosas tus manos
Aquí se bifurca otro amor y prosigue un naufragio
Tú has nacido para esperar y yo he de seguir caminando
Dejo todo atrás, no sé si sirve de algo
Dejo todo atrás otra ve, el camino es muy largo
Me bastan esta bolsa y este báculo
Quiero un viajar ligero, toda posesión al final se vuelve obstáculo
¿O, acaso, podrá la mariposa que un día seré
Cargar a lomos de sus frágiles alas mis inútiles bártulos?
No hay huella que sirva de guía en mi itinerario
No hay senda definida, no hay vuelta atrás ni descanso
Todo es la peregrinación a través de uno mismo:
Camino, viaje y viajero son un mismo tránsito
ESCENA SEGUNDA
Quarciso pensó que ahuyentaría
El odio y el ruido que había en sí mismo
Transitando las sendas del abismo
Como caminos hacia la armonía
Pero al penetrar en la lejanía
Todo apareció como un espejismo
Cuanta mayor soledad y mutismo
Dentro, más alto el grito todavía
Recorrer el mundo como un mendigo
O huir del hombre como un animal
No fue una redención sino un castigo
Sin un renacimiento espiritual
De nada le sirve al Ser huir del mal
Él es el mal
Y arrastra el mal consigo
VII. SED DE TU CARNE
El odio y el ruido que había en sí mismo
Transitando las sendas del abismo
Como caminos hacia la armonía
Pero al penetrar en la lejanía
Todo apareció como un espejismo
Cuanta mayor soledad y mutismo
Dentro, más alto el grito todavía
Recorrer el mundo como un mendigo
O huir del hombre como un animal
No fue una redención sino un castigo
Sin un renacimiento espiritual
De nada le sirve al Ser huir del mal
Él es el mal
Y arrastra el mal consigo
VII. SED DE TU CARNE
(A sus espaldas, la casa y el árbol; delante, un camino luminoso)
Me obstiné en olvidarte
Pero al alejarme de ti en el camino me hice más pequeño y tú cada vez más grande
Pero ya no tengo sed de tu carne:
Conforme mi interior se llenaba de luz iba palideciendo tu imagen
Las flores dejaron de exhalar tu aroma
El propio dolor ha dragado el recuerdo y el silencio ha dejado de hablarme
Ya no tengo sed de tu carne
Y no por ello te amo menos, ahora te amo más todavía, si cabe
Igual que lo amo a él, pues amo al mundo como una sola vida
Al universo como un enorme corazón palpitante
Ya no tengo sed de tu carne:
Del desamor salí con vida, pero, de este Amor nuevo, que nada me salve
VIII. RENUNCIACIÓN
Hoy amanecí llorando
Fue un llorar tan bello, claro, puro, calmo
Ahora entiendo que la lágrima pertenece a la alegría
Y que a la tristeza corresponde el llanto
Sólito a estar solito
Como el sol que vierte sobre mi escuálido cuerpo pálido su cálido hálito
Nuestra carne es agua y nuestro espíritu, sed
Y en mi sed de deseo, deseo con la sed del pez
Fluir sin rumbo:
No hay mayor conquistador que aquel que ha sido conquistado por el mundo
Toda vida es prestada
Comprender que se es nada en medio de todo a la vez que todo en medio de nada
El silencio es espejo y mi meditación, un cielo
Donde mis pensamientos cruzan como aves por el aire quieto
Siento que despego, que me elevo
Huyendo del apego del ego y del erebo del deseo ciego
Porque vivir errando de deseo en deseo
No fue sino intentar calmar el dolor con un dolor nuevo
La experiencia no es adquirir, es despojarse
Y ahora llueve, y llueve, y veo el agua mojarse
IX. VACÍO Y VERDAD
Fue un llorar tan bello, claro, puro, calmo
Ahora entiendo que la lágrima pertenece a la alegría
Y que a la tristeza corresponde el llanto
Sólito a estar solito
Como el sol que vierte sobre mi escuálido cuerpo pálido su cálido hálito
Nuestra carne es agua y nuestro espíritu, sed
Y en mi sed de deseo, deseo con la sed del pez
Fluir sin rumbo:
No hay mayor conquistador que aquel que ha sido conquistado por el mundo
Toda vida es prestada
Comprender que se es nada en medio de todo a la vez que todo en medio de nada
El silencio es espejo y mi meditación, un cielo
Donde mis pensamientos cruzan como aves por el aire quieto
Siento que despego, que me elevo
Huyendo del apego del ego y del erebo del deseo ciego
Porque vivir errando de deseo en deseo
No fue sino intentar calmar el dolor con un dolor nuevo
La experiencia no es adquirir, es despojarse
Y ahora llueve, y llueve, y veo el agua mojarse
IX. VACÍO Y VERDAD
El intelecto es un instrumento demasiado complejo
Para comprender la sencillez de todo lo que es cierto
Sólo el desprendimiento espontáneo del pensamiento
Permite al ser, por momentos, latir al unísono con el universo
La mente es un pez sediento que busca fuera lo que está dentro
La conciencia es el combate de los opuestos
Quisiera traducir lo que siento
Pero las palabras forman un río de ruido cuando lo intento
Pero aquello que uno sabe sin saber, lo que no puede explicar
Puede ser su mayor descubrimiento
Y hoy comprendo para qué sirve el vacío interior:
Para hacerle espacio a la Verdad en su alumbramiento
X. CAÍDA DEL YO
Llevaba mucho en
recogimiento
Larguísima soledad sin apenas diálogo ni pensamiento
Una vida reducida a despertar para cerrar los ojos de nuevo
Hincar el cuerpo en la tierra y respirar silencio
Comer escaso, despacio, pasear hasta el cansancio
Impasible a la ansiedad del tiempo
Descender al pueblo a por alimentos
Sorber el sol del camino, volver por la senda del agradecimiento
Y de regreso espiar a través de las celosías
Con triste alegría, la fiesta en los jardines de las familias:
Triste por mi soledad, y feliz
Porque el universo es mi jardín y esas familias son también las mías
Pero un día desperté sordo a lo externo
Mis ojos sólo podían mirar hacia adentro
Y busqué dentro ¡Más adentro! Y hallé el centro:
El originario hilo que une al Ser con el universo
Entonces sentí un temblor
Como si cediesen los pretiles y pude asomarme más a mi interior
Dentro todo era abismo, voluta de oscuridad y precipicio
Y en la profundidad se oían gritos:
Chillidos de una lucha encarnizada en lo más hondo
Eran mis múltiples yoes devorándose unos a otros
Egos royendo a otros egos desfallecidos sobre el yermo
Los oía desgarrar y mascar deprisa hambrientos
Despedazando con avidez ojos, víscera y huesos
Mientras otros buscaban en los escombros posibles restos
Desierto de carroña y piel de avatares muertos
Entraña y costra, polvo y máscara de mis ancestros
Todo lo que fui y en verdad no era, palacio en el aire, ceguera
La mentira de mis opuestos
Y quedó un último Yo, arraigado y gigantesco;
Arrasado el pasto, comenzó a engullir sus propios miembros
Y no, no era un sueño
Pues abría fuerte los ojos y mareado veía borroso el paisaje externo
La casa, el árbol, el pozo, el huerto
Y dentro, pensamientos chocando contra pensamientos
De pronto, un cegador estruendo
Insoportable presión en mi mente, como si me arrancaran de mi propio cuerpo
Y se hizo el silencio finalmente
Mi conciencia un templo en ruinas y entonces debí de caer inconsciente
Al recobrar el sentido
Mi ser liviano quería abrazarlo todo con la inocencia del recién nacido
No sé explicar este sentimiento
Sólo sé que un ruiseñor que comenzó a cantar fuera cantó también dentro
ESCENA TERCERA
Larguísima soledad sin apenas diálogo ni pensamiento
Una vida reducida a despertar para cerrar los ojos de nuevo
Hincar el cuerpo en la tierra y respirar silencio
Comer escaso, despacio, pasear hasta el cansancio
Impasible a la ansiedad del tiempo
Descender al pueblo a por alimentos
Sorber el sol del camino, volver por la senda del agradecimiento
Y de regreso espiar a través de las celosías
Con triste alegría, la fiesta en los jardines de las familias:
Triste por mi soledad, y feliz
Porque el universo es mi jardín y esas familias son también las mías
Pero un día desperté sordo a lo externo
Mis ojos sólo podían mirar hacia adentro
Y busqué dentro ¡Más adentro! Y hallé el centro:
El originario hilo que une al Ser con el universo
Entonces sentí un temblor
Como si cediesen los pretiles y pude asomarme más a mi interior
Dentro todo era abismo, voluta de oscuridad y precipicio
Y en la profundidad se oían gritos:
Chillidos de una lucha encarnizada en lo más hondo
Eran mis múltiples yoes devorándose unos a otros
Egos royendo a otros egos desfallecidos sobre el yermo
Los oía desgarrar y mascar deprisa hambrientos
Despedazando con avidez ojos, víscera y huesos
Mientras otros buscaban en los escombros posibles restos
Desierto de carroña y piel de avatares muertos
Entraña y costra, polvo y máscara de mis ancestros
Todo lo que fui y en verdad no era, palacio en el aire, ceguera
La mentira de mis opuestos
Y quedó un último Yo, arraigado y gigantesco;
Arrasado el pasto, comenzó a engullir sus propios miembros
Y no, no era un sueño
Pues abría fuerte los ojos y mareado veía borroso el paisaje externo
La casa, el árbol, el pozo, el huerto
Y dentro, pensamientos chocando contra pensamientos
De pronto, un cegador estruendo
Insoportable presión en mi mente, como si me arrancaran de mi propio cuerpo
Y se hizo el silencio finalmente
Mi conciencia un templo en ruinas y entonces debí de caer inconsciente
Al recobrar el sentido
Mi ser liviano quería abrazarlo todo con la inocencia del recién nacido
No sé explicar este sentimiento
Sólo sé que un ruiseñor que comenzó a cantar fuera cantó también dentro
ESCENA TERCERA
El vencedor es el que se ha vencido
Quien disipa la Ilusión y despierta
Tras él queda tendida una piel muerta:
Ruina de guerra del Yo renacido
Cuántos seres que aún no han comprendido
Que hay una dicha mayor no descubierta
Y buscan fuera con una fe incierta
Lo que en su interior se encuentra escondido
Quarciso comprendió lo que sucede:
Despojarse es la conquista más bella
Lo que posees no dejará huella
Lo que eres será lo que el mundo herede
Mientras que quien no avanza, retrocede
Y quien va hacia la Luz está ya en ella
XI. LA ESENCIA
(Quarciso, tumbado sobre la hierba, contempla el cielo)
El aire huele a luz nueva y silencio
Descansa manso sobre el pasto el rocío
Un ave cruza el amplio olimpo azul y limpio
Y siento en mí, dentro, un apacible vacío
No verlo todo idéntico es estar loco
Creerse único, estar desunido del Todo
Con antropocéntrica ilusión me arrastré inarmónico entre el vulgo
¡Ah, sí, yo, ser especial y único
Que hallaba dualidad donde en realidad todo es uno!
Sí, ¡por ello me sentía tan solo en el mundo!
Ahora -nada en medio de todo-
Percibo nuestro ser como una extensión del universo, y me fundo
El fin es conocerse:
Fluir, lograr latir en armonía con todo lo existente
Cuantos más rasgos distintos en sí mismo encuentre
Tanto más semejante se descubrirá a los demás seres
Pero la ignorancia de sí aisló al hombre por siempre
Incapaz de identificarse con lo que es sin lo que tiene
No logra ver lo que une sino lo que difiere:
Raza, credo, poder: ajeno a lo inmanente
¡Ciegas piedras angulares! Nada hay que haga a los hombres más semejantes
Que su creencia de que son singulares
Es lo superficial, lo insignificante lo que nos diferencia
Nos une lo esencial: la esencia
XII. EL TIEMPO NO EXISTE
Entre otros motivos
Comencé a escribir este diario para ser consciente de en qué fecha vivo
Pero cuando no tengo nada importante que escribir, no escribo
Y así se ha escurrido mi noción del tiempo hasta perder sentido
Debe de ser noviembre, el viento ha vuelto a sus andadas
Espantando las hojas, que despavoridas huyen en bandadas
Pero ¿A dónde emigrarán con sus alas secas, mariposas del otoño
Para volver en verde vida renovadas?
En la desnuda bóveda arbórea gorjea una alondra
Ha caído la tarde tan pronto que hasta la luz se asombra
Pero el tiempo no es más que una apariencia redonda:
Bucle, rizo, onda, hélice de haz y de sombra
Dicen: El tiempo tiene alas, cada segundo es urgente
Una vida no es suficiente: hoy ya es ayer de mañana
Y aunque es cierto que parece que el tiempo nos persigue huyendo
Es porque el óxido está en nuestros ojos y no sobre el yerro
Todo no es más que un pobre invento de la mente
Una ilusión por vivir con pasado y futuro presentes
Como ahora, que evoco mi infancia en tu último adiós
Y es extraño, papá: ya eres más joven que yo
XIII. LA MUERTE NO EXISTE
Ha cesado mi miedo:
Ahora que ya no tengo nada, por fin lo amo Todo
Aunque este Todo sean muchos todos
En realidad todos ellos son uno solo
La existencia es un único y mismo día
Con millones de albas y ocasos diferentes
He aceptado el dolor, el mal y la muerte
Como una condición de la armonía
El aire es vivo aliento
Y el cuerpo alberga en pequeñas partículas la memoria de todos los tiempos
Cuando respiro, aspiro el suspiro
De todos los seres que existen y han existido
Todo es semilla de todas las cosas:
En el puerto de mi cuerpo yerto atracarán larvas y despegarán mariposas
No hay nacimiento ni muerte, principio ni fin
Sólo materia inconsistente en perpetuo fluir
ACTO 4
LA CARTA
Después de largos años alejado,
Recorriendo el camino interior,
Paró un instante y miró alrededor,
Y entregó esta carta,
Que es su legado.
Cuenta que estuvo ciego y equivocado,
Que fue inútil sufrir por desamor,
Que el amor a uno es un amor menor:
Sólo el que ama Todo está enamorado.
Una vez vencido el miedo ancestral,
Habiendo resuelto el conflicto dual,
Y llegada la Unión,
¿Por qué la niega?
¿A qué otra búsqueda mayor se abniega?
Mucho cuidado al cruzar el umbral:
La Luz que alumbra
Es la misma que ciega.
(Quarciso, sentado sobre una roca, contempla el
pueblo desde lo alto de la montaña y escribe).
Madre Querida
Si vieras cómo danza mi
pulso
Al tomar mi alma impulso
Ante esta dulce misiva…
Cómo se a escurrido el
tiempo entre mis manos abiertas
En estos largos y arduos
años de ausencia.
No sé cómo este corazón inerme
salió indemne,
Se despeñan por mis ojos
finos ríos de agua alegre.
Quisiera expresarlo todo del
modo más vívido
Mas las palabras son amorfos
retratos de lo vivido.
Mi alma cayó corrompida,
La raíz de la ruina se
agarró a mi corazón
Como garra carroñera a una
presa herida.
Lo siento, madre, ¿cómo iba
a quedarme?:
Fue tal el horror del
desengaño…, sólo el dolor pudo curarme;
Tuve que perderme para poder
ganarme
Sé que tu generoso corazón
indulgente podrá perdonarme
Por salir despavorido; sí,
corrí, corrí, corrí
Hasta fundirme en el camino…
El rescoldo del odio cavó en
mí tan hondo
Que ni sentí sangrar mis
pies sobre la alfombra de polvo,
Sin más equipaje que mi sombra
me arrastré corvo,
A veces, el alma es
demasiado peso para tan frágil torso;
La pena y la fatiga fueron
en aumento y, por momentos,
Parecía que era el alma la
que arrastraba al cuerpo;
Intenté que lo loco y lo
cuerdo se pusieran de acuerdo,
Pero todavía tenía asilo en
mí su recuerdo:
La brisa, el prado, todo
olía a su cuerpo,
Y volvió a brotar en mí el
dolor que parecía ayer yerto.
Y caminé y caminé… para
olvidarlos a ella y a él,
Y mostrar que por naturaleza
el hombre no es un ser cruel,
Y que el tiempo mitigaría
esta misantropía mía,
Pero con qué lenta alevosía
transcurrían los días…
Y tras larga espera,
La lenta y pesada locomotora
hibernal
Volvió al fin a la florida
estación de la primavera;
De color se llenó la tierra
Y pacía el rebaño de su enorme
palma,
¡Pero seguía nevando al sur
de mi alma!
Viví tres días subido en un
olmo,
Durmiendo en sus ramas, mordiendo
sus hojas,
Aullándole al alba;
Guardé largos silencios, ¡hasta
perdí la noción del tiempo!
¡Creí oír los trinos del
universo!
Y aguardé tanto en profunda
quietud muda
Que, al levantarme, mis pies
se volvieron pesados
Y mi voz oscura.
Olvidar lo aprendido,
desprenderse de sí,
Destilar el orgullo, dejar
de sufrir.
En la contradicción se
esconde el sentido:
La dicha anida en la
plenitud, y la plenitud está en el vacío,
Y renunciar a todo me hizo
libre:
Vencer a otro es ser
vencedor;
Vencerse a sí mismo es ser
invencible.
Sí, madre, he tirado los
remos al agua
Para que el curso natural de
la corriente dirija mi alma,
Y ya de nada dependo, casi
todo es superfluo,
Salvo el aire que pido
prestado y al instante devuelvo.
Para el hombre sencillo el
camino es más simple,
Lo que hice por amor me hizo
más libre:
El hombre mundano, aun
siendo libre, se siente esclavo;
El hombre interior se siente
libre aun estando condenado.
Pero la luz de la verdad no
reside en la erudición,
A ella no se llega con la
mente sino a través del corazón.
Y consagrado por entero a la
búsqueda de lo eterno
Me sumergí para escalar a la
cima de lo profundo,
Pero bastó con sentarme en
una roca para conocer el mundo
Pues los ojos fueron dados
para caminar hacia dentro.
Y así aprendí a ver en lo
hondo de todas las cosas,
Hoy las piedras del camino
son piedras preciosas.
Y sin más que el polvo que
me cubre,
Desasido del vil deseo que
cegó mi espíritu,
Soy hombre de humildes
costumbres.
Así sobreviví a esta
voluntad penitencia,
donde di cárcel a mi carne
por liberar mi conciencia.
Y cuando creía estar más
ciego llegó el desvelamiento:
Como un enorme y único
bosque se mostró el universo,
Y al cerrar los ojos pude
oír el armonioso canto
De todas las aves al mismo
tiempo.
Hoy mi paz es la paz del
mundo
Y el dolor del mundo es mi
dolor,
Ya no entiendo más allá de
esta Unión:
Bien y mal, vida y muerte
son uno en armonía,
Como el alba y el ocaso son
luces de un mismo día.
Quiero servir a la vida sin
vivir como un siervo:
No es lo mismo morir viviendo
que vivir muriendo,
Así perece el hombre como
fruto caído antes de tiempo,
Cerrando sus ojos por
siempre sin haberlos siquiera abierto.
¿Por qué arrastrar el peso
del deseo como buque carguero?,
Si con silencio en los
bolsillos soy un barquito velero,
Así busqué en todo lo
efímero lo imperecedero,
Sólo aquel que busque la
Verdad se tornará verdadero.
Como ya predicó ayer otro
sabio:
Lo único estable
en la vida es el cambio;
En cambio, el necio confunde
felicidad con placer,
Y por llenar de miel sus
labios llena su cardio de hiel;
Pero no asustará al miedo
con la ignorancia del tener
Pues quien desea y posee jamás
dejará de temer.
Vagar errando de deseo en
deseo
Es intentar calmar el dolor
con un dolor nuevo.
En el transcurso del periplo
conocí a hombres buenos,
Mis manos partieron lo poco
que tuve con ellos,
Y a medida que aumenta el
altruismo,
El alma se hincha de dicha y
el corazón se desprende del ego.
Y en esa desinteresada
acción de dar y de amar
Se esconde la esencia de
nuestra naturaleza original,
El individuo sólo hallará la
libertad en la abnegación:
Al entregarse a otro se
libra de su propia prisión.
Y comprendí que el
equilibrio del espíritu está en el amor,
Pero no en el amor de uno a
otro sino en un amor mayor.
Ya puedo volver a fundirme
con los hombres por fin,
Para perdonarlos a ellos
antes tuve que perdonarme a mí,
Por albergar este hondo
sentimiento de odio en mí,
¡ah!, sí, madre, por qué
poco no enloquecí,
Cuando bullía su recuerdo
infiel bajo mi piel,
Pero ya que el placer es
transitorio, el dolor también lo fue.
Ahora son tan inmensos la
paz y el amor que siento
Que no entiendo que las
flores no broten también en invierno;
Ahora mi voz es serena y mi
pensamiento es puro,
Que la dicha que mana de mi
corazón desemboque en el tuyo.
Ahora que veo mi rostro
calcado en el agua,
Con mis mejillas hundidas bajo
tupida barba,
Consigo evocar la imagen del
niño que era,
Cuando mi hogar eran tus
brazos y el cielo tu mirada clara;
Sí, esa bondad pura que tus
ojos empuñan,
Madre, esa bondad tuya que
mis ojos empaña.
Aunque ya debe de ser de
luna tu cabello,
El olvido es lugar muy
pequeño para recuerdo tan bello.
El vasto astro se desangra
sobre el prado azulado
Y cierro los ojos para ver
más lejos y estar a tu lado.
Ya desde el principio se divisa
el final,
Pero qué borroso se ve el
principio instantes antes de llegar.
Quisiera estrecharte en mis
brazos
Pero aún estoy lejos,
El viaje tan sólo ha
comenzado.
Quiero esperar aquí,
Tiene que haber algo más,
Una Verdad mayor por la que
aún no he sido conquistado.
No quiero los premios del
mundo, quiero los frutos del alma,
Nadie puede obedecer a dos
amos.
Y tú no temas por mí, te lo
exijo,
Y espérame sin esperar.
Te amo en carne y alma.
Tu hijo.
ESCENA ÚLTIMA
-
Hallaron su
cuerpo bajo un árbol,
Con un charco de
sangre entre sus piernas…
Llegó demasiado…
- ¡Vale, vale, corta, corta! Begoña corta, vamos
a parar ahí.
EPÍLOGO DEL AUTOR
Querido
espectador: la obra termina aquí. Sí, termina aquí. Y es que a medida que la
historia iba avanzando, el final que tenía preparado iba perdiendo sentido en
mí. He esperado hasta el último momento para tomar esta decisión de ejecutarlo
o no ejecutarlo, pero ahora siento que no es necesario… y todo lo que no es
necesario es antinatural, es inútil. Y es cierto, tenía otro final preparado,
sí, lo tenía. Un final trágico, un giro fatal, en el que el protagonista en una
sed insaciable seguía buscando y buscando una Verdad mayor hasta caer en la
locura de creer que todo lo que había descubierto, todo lo que había dado
sentido a su nueva existencia era sólo una ilusión, un frágil ideal, un
espejismo, una interpretación. No sé si conoces esa frase, querido espectador,
que dice: Para el ser humano la flor es hermosa, un símbolo de la belleza y es
embriagadora su fragancia, pero para la abeja no es más que una fábrica de néctar,
una dura tarea. Pues haciendo de ese ejemplo un argumento fatalista, quería
hacer que el universo se mostrase al protagonista como una maquinaria fría e
indiferente que no responde a ningún orden, sino que se rige por un caos
violento y que sólo la destrucción y la procreación, el desaparecer y el
continuar, tienen sentido, lo demás es un bálsamo que disfraza la realidad.
Entonces Quarciso clama a la vida, a la naturaleza, al universo, que esto no
puede ser cierto, que no puede haber un engaño final, un engaño al final del
camino, que no es posible llegar tan lejos para caer de nuevo en el principio,
en la nada, en el sinsentido. Que nada se volvería a aprovechar de él, que nada
volvería a traicionarlo. Y como en una tragedia griega, en venganza e arranca
de entre sus piernas el miembro, para negarle al universo la continuación de su
ser. Y la voz femenina que narra es su hija de la que no tiene constancia,
fruto del último encuentro con el desamor. Como una metáfora de que la
naturaleza sin él saberlo se había salido ya con la suya.
Pero,
querido espectador, me escucho a mí mismo ahora y pienso: qué desorientado
debía de estar en aquel momento, para querer terminar de una manera tan enrevesada,
tan torpe, tan oscura. Sólo un corazón perturbado elegiría este final, ¿no
crees? Y más aún ahora que creo que la vida es un regalo maravilloso, creo en
el amor como la mayor expresión del ser porque es el sentimiento que nos aleja
de nuestro egoísmo. Y creo en la sencillez de vivir, creo que el éxito de la
vida es vivir y no hay oscuridad suficiente en mi interior para ponerle una voz
creíble al sufrimiento y al dolor de un argumento ya tan antiguo. Sé que me
comprendes.
Tal
vez buscaba en ese final un efecto terapéutico: meter dentro del protagonista
mis sentimientos más oscuros, mi rencor, mi odio, mis miedos. Esconderlo todo
dentro de él, hacerlo ascender hasta lo más alto, hacia la luz, para después
arrojarlo, matarlo, y salvarme. Pero entonces si ese no es el final, si no
sirve ¿cuál es la moraleja? Te preguntarás. La moraleja es que el camino hacia
el Bien, era el Bien mismo, que el camino hacia esa salvación era la salvación
en sí, que es increíble el poder transformador que tiene el arte, y que a la
paz no se llega a través de ninguna lucha, sino a través del amor sin esfuerzo.
Y ojalá nada me obligue a reabrir la herida y dentro de diez, veinte o treinta
años cantar la tragedia que falta, sino que este, lo que estoy diciendo ahora
sea el final definitivo: el Acto Quinto en sí.
Y
creo que no me equivoco eligiendo este final, sino que es un final coherente,
un final justo. Pues desde la posición de privilegio que me otorga el arte
termino diciendo algo positivo, algo bueno. Y el Bien siempre trae el Bien. Y
gracias al arte he descubierto que el amor es lo más elevado, yo que pensaba
que el arte era la expresión más alta del ser, pero, lo más grande es el amor,
porque quien ama la vida ama todo. Pero ¿de qué sirve el arte que no conoce o
no contiene el amor? Nunca más haré de la vida un camino sinuoso, de ambición,
sino un camino de sencillez y de agradecimiento. Despertar, contemplar el
amanecer, el pan recién hecho, la mirada pura de una madre, la risa de un
hermano, el nacimiento de un hijo. Todo mi sufrimiento no fue más que un mal
sueño: y he despertado.
Sublime. Gracias por tan magestuoso esfuerzo para poder compartir la letra.
ResponderEliminarDe nada. Muy agradecido a Lechowski desde siempre. Dije que escribiría la letra completa algún día y eso he hecho. <3
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