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El indio de la montaña o La alabanza del amor fati.

 Un indio se acerca al final de sus días. Se dirige al horizonte, una montaña de poca altura. Se deshace de sus ropas, sus armas y su caballo. Hace días que no come, que no encuentra a su familia. En vistas de lo que le queda se para, se detiene y observa desde arriba de la colina su camino. No tiene odio, no tiene miedo. Tiene amor y aceptación de que el ser es como es, y es bueno, y bueno saberlo. Por eso en caso de preferir, prefiere a ese tal Jesús de Nazaret antes que a ese tal Belcebú. Pero él sabe que ambos son como él: un soplo de aire que se escucha pero no se ve. El indio de la montaña o La alabanza del amor fati.


En lo alto de la montaña
desde el claro este de luz
a el oscuro ocaso azul
la vista del Indio alcanza.

Se halla lejos de su lanza,
libre el galope del ñu
y a lo que llaman cruz
él dedica una alabanza.

"No conozco a belcebú
y observando mi pasado 
he de amar como Jesús

porque mis ojos mataron,
y sólo mis oídos se salvan
pues me paro y anochece".

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