Cada vez que voy a la peluquería
Me corto
Trozos menos de pelos,
Trozos menos de vida
Y no es mentira.
Siempre que visito a la casa de tijeras y navajas
Visito a un yo melancólico.
Preguntas se acercan desde siempre, desde todas las veces que las visito.
¿Están escritas las veces que vengo a cortarme el pelo?
¿Es esto igual que cuando pagas —vida— por un curso que sabes obviamente el número exacto de veces que vas,
con principio y fin—muerte—?
Sí. Pero por qué día del curso voy. No existe infinito en cuanto a cortes de pelo se refiere el peine.
Siempre lo pregunto y agradezco volver a estar aquí, el sonido de las máquinas, la radio con los hits del momento,
El raspa en raso que remueve el sin relieve de los rasgos craneales,
La cara de concentración del Dios de los instrumentos que suenan, zas zas y brrrr o yyyyyye.
El olor, todo es marketing, pero oye, será que aún sabiendo que todo es percepción y psicología yo disfruto, seré raro, pues gracias que lo soy.
Me despido, se que volveré, espero, no se cuál sera la última vez.
Lo que es cierto de esta agonía de pensamientos, he conseguido reducirla a un día cada muchos, en una peluquería, no se cómo pero sí, pues en el pasado acostumbraba por pensarlo siempre, igual que morir era mi vida, ahora reflexiono solo solo aquí, ahora
Y siempre.
23/02/2018 20:36
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