Ya pasó el verano largo
y llegaron nuevos días
despertando del letargo
en una cocina vacía.
Sentado y sólo
en una cocina limpia
escucho el eco rebotar en las paredes,
el jaleo, la familia
y me pregunto si es este, ya
el final esperado,
el silencio anhelado
desde antaño, la tranquilidad soñada.
El recuerdo es tierno pero el deseo de cambio que acompaña es siempre brusco.
El caballo se tambalea y no hay ni una mariposa volando en la nube que sale de la ciudad de los fogones.
Del grifo sale sal,
el suelo está lleno de moscas y nadie sabe por qué vinieron a morir aquí.
El límite dado por el yeso contiene un infinito inoloro
pero yo no puedo verlo y los gritos dicen que lo hemos conseguido, que estamos donde tenemos que estar, que ahora es cuando.
Siento que ya no recuerdo pero la nostalgia viene de visita a recordarme que la vida está delante de mis ojos. Tan cerca que no la puedo ver, tan cerca que sin ella no la veo.
Y una cosa más,
no sé el qué
pero por favor sólo una más.