A Carmen Zulema
Sonidos de acordeón, guitarra con risas, suena
el sol de una primavera en invierno de pradera,
con una voz de sonrisa que acaricia el alma entera.
Hace ya un año casi, quedamos en San Miguel;
los jóvenes vividores, querían ser atardecer.
Y en aquella oscuridad, el prado se tornó bosque
éramos árboles, hadas, flores y bailaores.
Toda la gente jugaba, a ser felices también
y sin saberlo lo fueron, mirándose unos a otros
como quien se mira ajeno en el amor que es espejo
extraño entre los demás, la vida no es un pesar
y lo que queda de aquello: recuerdos tiernos y buenos.
I-2021